Teletrabajo de Urgencia
Soy Jose, CEO de Enefecto, un estudio de post producción digital. En estas líneas quiero dejar mi experiencia personal y profesional de estas semanas de teletrabajo forzoso, y las conclusiones que al menos de momento, voy obteniendo.
A nosotros, como la mayoría de las empresas, el desencadenante para abandonar literalmente nuestro estudio y comenzar a realizar nuestra actividad a distancia fueron las medidas aplicadas para la contención del coronavirus, de modo que prácticamente en unos días, tuvimos que adaptar una estructura que nos permitiera a nuestro equipo (somos 11 compañeros) trabajar desde nuestros hogares. Esto es, teletrabajo de urgencia, creo es una buena definición. Y es que, en España, poco antes del estado de emergencia apenas hacían teletrabajo un 7% de los trabajadores, mientras que la media del resto de Europa llegaba al 17%. La cultura heredada del presentismo está fuertemente arraigada en nuestro país, y es un lastre competitivo. En cualquier caso, he leído que el máximo al que podríamos llegar a trabajar en remoto sería de unos 4,4 millones de personas, un 22,3% del total de la población ocupada. El resto son profesiones o servicios que requieren forzosamente presencia.
Pocos meses antes de que esto ocurriera, habíamos acometido una inversión importante ampliando nuestras instalaciones anexando un nuevo módulo en alquiler, renovando mobiliario, comprando nuevos equipos, decorando el estudio… en fin, habíamos creado un espacio de trabajo amplio, cómodo, moderno; con la idea de compartir en el mucho tiempo, sueños y proyectos, y hacerlo de la mejor manera posible (en nuestra web están las fotos relucientes que encargamos a un fotógrafo profesional unas semanas antes).
En los días de este confinamiento que he tenido que acercarme por algún motivo urgente a las oficinas (a veces se cae “internet”), he de reconocer que la sensación de entrar en el estudio vacío, que hace poco vibraba de actividad, y donde ahora solo suena el murmullo de los ordenadores encendidos me ha causado cierta nostalgia y la fuerte impresión de la fragilidad con que todo nuestro mundo está construido. Que nada es seguro, que nada es para siempre es algo que todos sabemos, lo sorprende, es el vértigo con el que todo esto puede suceder.
Afortunadamente en nuestro caso, partimos con una gran ventaja, somos una empresa que trabaja con recursos digitales, realizamos post producciones, videos, 3D… y contábamos con herramientas y equipos que han facilitado mucho esta migración.
No fue difícil por tanto, poner en marcha el teletrabajo: disponíamos de un NAS propio (esto es un sistema de almacenamiento), herramientas algunas conocidas o básicas como basecamp o Dropbox, y otras que hemos incorporado inevitablemente, Gotomypc o Zoom. Además, contar con un equipo humano de perfil muy técnico hace mucho más sencillo la integración, el uso y el aprendizaje de todas estas TICs.
Si bien tenemos, afortunadamente todas estas ventajas, hay algo de lo que adolecíamos, como la gran mayoría supongo, y eso es la experiencia de trabajar en remoto y en grupo de forma constante.
En estas semanas he ido leyendo ocasionalmente artículos, tratando de ver como se organizan otras compañías, que softwares usan, como afecta a la productividad…, la gran mayoría de la información pasa por numerar las ventajas o desventajas del teletrabajo y gran parte consiste en consejos psicológicos para empleados; pero hay muy poco sobre modelos organizativos para responsables de equipos. En cualquier caso no quisiera convertir este artículo en una lista más, genérica;, creo que hacerlo desde la experiencia más personal puede, quizás, darle un valor añadido.
Empezaré diciendo que la principal ventaja y mas valiosa de trabajar desde casa, es ver mi hijo cuando se levanta, del mismo modo puedo decir que la principal desventaja es cuando él viene a verme a mí mientras trabajo…
En mi casa he descubierto los espacios, las mañanas cuando entra el sol, aquí, además las reglas las pongo yo (y cuando digo yo, quiero decir mi mujer), y tengo un ecosistema más cómodo y libre, (por el contrario, he de decir que con este libertinaje espacial autónomo he vuelto a fumar).
Me visto como si fuera al trabajo cada mañana, con la ventaja de recorrer aproximadamente 5 metros, sin atascos por una escalera que me lleva al estudio. (Se me hace imposible trabajar en pijama o chándal), y no recuerdo cuando fue la última vez que eché gasolina al coche.
Sin embargo, había algo de positivo en los 40 minutos aproximadamente en que tardaba en llegar en coche a la oficina. Era un tiempo de mi exclusiva propiedad mientras conducía en los que hacía mentalmente un repaso de tareas de trabajo o los usaba para mejorar mi inglés a través de los cursos de inglespodcast por Spotify. Ese tiempo consustancial, de reflexión, en un paréntesis de movilidad consentida, reconozco se ha perdido, y además no lo he recuperado con el teletrabajo, curiosamente. Tengo la sensación de que me falta mas tiempo al disponer de mas tiempo. Algo no cuadra. Y esto, creo se debe a que en esta situación anómala de confinamiento trabajar desde casa no es realmente teletrabajar, es trabajar a distancia. Sin libertad, sin socialización y con el acecho de la crisis económica el teletrabajo confinado se convierte en una fuente de angustia que deriva en un presencialismo virtual excesivo.
En cualquier caso, con las deficiencias y carencias de la urgencia, el detonante del teletrabajo ha saltado, y ya no quedarán excusas para sostener la inviabilidad del mismo cuando se está demostrando que es posible; por lo que ahora vamos a entrar de lleno en una nueva era del trabajo como ya se oye decir.
Pero ojo con esto.
Según algunos estudios el ahorro en infraestructuras puede estar en torno al 30%. De modo que todos estos indicadores harán pensar a muchos empresarios, alentados por estos datos, las posibilidades tecnológicas y la experiencia del confinamiento, que si, que es la mejor y mas rentable opción. Y es aquí donde quiero poner el acento, porque aunque es indudable las ventajas que supone el teletrabajo en momentos circunstanciales, nosotros fuimos progresando y creciendo en la fórmula de coworking, del codo con codo. Y nuestro principal valor es precisamente el talento colectivo, el sentido de pertenencia grupal. Pasar de un extremo al otro, deconstruir la empresa, acabará diluyendo la cultura empresarial y puede suponer la ruina en pocos años.
De modo que, como todo, la virtud, creo, debe estar en un término medio, donde mejor se aprovechen las ventajas de ambas fórmulas. Porque la experiencia que ahora tenemos no es la experiencia del teletrabajo, sino la del trabajo confinado a distancia.
- Enefecto